viernes, 3 de julio de 2009

TENGO 23 AÑOS Y CÉSAR HILDEBRANDT ES MÁS JOVEN QUE YO

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EXCELENTE SEÑOR CÉSAR HILDEBRANDT.

A pesar de pasar la base 5, César Hildebrandt es el más joven de los periodistas en el Perú. Después de leer su artículo me siento un viejo. Cómo puede un ser humano con tantas experiencias de pesismismo vividas tener esperanza en la juventud. Cómo creer; si él más que nadie sabe que ahora los periodistas se venden al mejor postor, venden léxico. Por eso tienen dinero. Por eso seré pobre moneteriamente. Escribe Hildebrandt en su libro Cambio de palabras:

Yo necesitaba, como todos, trabajar. Provengo de una familia de clase media empobrecida. A los 17 o 18 años requería tener una cierta independencia económica, pero las alternativas eran bastante sombrías como lo son ahora para cualquier joven. Pude haber sido un oficinista, pero no tenía vocación para ello.



Creo que como se creo el confucionismo, la escuela Socrática, la Kantina, la Hegeliana se creará en un futuro el Hildebrarismo.



¿Es el periodismo una ciencia? ¿Existen las ciencias de la comunicación?

Creo firmemente que no.

Entonces, ¿es que el periodismo es un arte de bohemios trashumantes, un oficio que linda con el repentismo, la inspiración y muchas veces el alcohol?

Creo enérgicamente que tampoco.

........la mayor obra del arte humano es la justicia.

Y la verdad es lozana y la mentira supura, de igual modo que la cultura acoge lo mejor de nosotros y la barbarie demanda nuestros más primitivos apetitos.

¿Valores? ¿Tiene algún sentido hablar de valores en un mundo que casi se jacta de no tenerlos?

Lo que muchos no quieren admitir es que Wall Street cayó después de la caída de aquellos valores que hicieron posibles las revoluciones industrial, tecnológica e informática.

Antes que Citigroup se desplomara, la codicia le había ganado el pulso a la mesura. Antes que la General Motors mendigara cientos de miles de millones de dólares, la usura se había declarado mandataria global. Y mucho antes de que Bernard Maddoff estafara por miles de millones, la especulación se había impuesto a la creación de riqueza y el frenesí del dinero fácil había derrotado a la ética del bien común.

Esos valores se pueden abreviar en uno solo. Y ese valor es el de la empatía, piedra de toque de la vida en común, esencia de la tolerancia. La empatía es, como todos ustedes saben, la capacidad de pensar en el otro, la generosidad de imaginar sus afectos, sus intereses y sus necesidades.

Dejamos de ser simios el día en que la empatía se instaló entre nosotros. Abandonamos el canibalismo, la horda sanguinaria, la tribu endogámica cuando adquirimos el valor de la empatía.

Estos ladrones que fungían de banqueros, estos financistas que en realidad eran asaltantes, estos ejecutivos que escondían su identidad parásita, estos petroleros que quieren comprar selvas para anegarlas de tóxicos, estos mineros que apetecen tanto los bosques peruanos como las tundras de Alaska, todo este ejército de depredadores, ¿qué tienen en común?

Tienen en común haber borrado la palabra empatía de su vocabulario. Y tienen en común haber lanzado por la borda, como si fuera lastre, la delicadeza de sentirse parte de la humanidad e inquilino fugaz de este raro planeta.

Mientras más anacrónica nos parezca la palabra ética, mejor para ellos. Mientras más ridículos nos sintamos si hablamos de valores, el triunfo es sólo de ellos.

¿Cuántos grandes periódicos del mundo censuraron la reinstauración del capitalismo salvaje impuesto por la señora Thatcher y el señor Reagan, dos viejos sirvientes del conservadurismo armado y homicida?

¿Cuántos periodistas de fama internacional le dijeron al público que ese capitalismo salvaje lo que quería era, precisamente, abolir toda ética social y entronizar los antivalores que ayudaran a acabar con los sindicatos y la resistencia?

¿Qué periódico nacional nos advirtió que la crisis que padecemos iba a ser la más importante después de la de 1929? Para ser menos exigente: ¿qué periódico nos dijo que venía una crisis?

¿Lo sabían y se callaron para no “desestabilizar el sistema”? ¿O no lo sabían y entonces renunciaron al deber periodístico de obtener información privilegiada y anticipar eventos en nombre del interés público?

¿Cuántos periodistas protestaron cuando el Estado, que no tiene para pagarle sueldos decorosos a los maestros, corrió a salvar a los bancos Latino o Wiese? Sólo en el salvataje del banco Latino se invirtió la suma de 300 millones de dólares.

¿Quiénes levantaron la voz cuando el Estado peruano, representado por el ciudadano estadounidense Pedro Kuczynski, auxilió al quebrado banco Wiese con un aval de 180 millones de dólares?

Hago estas preguntas para intentar explicarles cuán urgente es, desde mi modesto punto de vista, hablar de valores. Y cuán urgente es que los periodistas jóvenes entiendan que hablar de valores no sólo no es anticuado: es futurista.

No teman hablar de valores. No se dejen arrinconar por aquellos que les ofrecen la obediencia del pragmatismo. La objetividad –créanme- es un invento de la banca suiza. No podemos ser neutrales ante la destrucción del planeta y el asesinato espiritual de sus habitantes. Un periodismo que prescinda de la ética funcionará como mayordomía de los grandes poderes del dinero. Y un periodista que no sienta, aunque suene presuntuoso, que puede contribuir con algo a mejorar al mundo ya no será periodista sino notario –con el respeto que los notarios se merecen-.

(*) Palabras pronunciadas ayer durante la desmedida entrega de un doctorado honoris causa por la Universidad de Chiclayo.

SIMPLEMENTE Y TODAMENTE EXCELENTE.