domingo, 21 de diciembre de 2008

MI AMADA NOCHE

Apenas muere el día, las calles se visten de luto. Y los hijos de la noche salimos a saciar nuestra sed. Mirando arriba, hay estrellas colgadas de los postes, quieta oscuridad y traviesas brisas que masajean el rostro. Con esta nocturnidad inyectada en mis venas, soy como un pez en el agua. Eso sí, un pez que esquiva los anzuelos que cuelgan en la incierta ciudad.

De noche me siento más libre. Algo así como un murciélago que va de shoping y se detiene a catar los licores en distintos bares donde amables mozos sonríen. Soy un fugitivo nocherniego. Huyo de la universidad y de mi casa, de esas jaulas sociales. Soy un Cazador, tal como dicen mis amigos con los que construí este blog colectivo. Cazo experiencias, trato de enjaular mis ilusiones para controlarlas.

Algo de vampiro tengo. Las citas donde risas, bebidas y coqueteos vienen, me tientan a saltarles encima. Una encantadora dama que me ofrece su mirada, su cuello, ¡grrrrr!, empiezan a saltar mis hormonas. Cómo no mordisquear tiernamente su cuello. Robarle un beso salvaje, descubrir su lado oculto y creer que mañana todo habrá sido un juego. Que moriremos unos segundos bajo lo prohibido por la iglesia.

La noche es una ruleta llena de posibilidades: se apuestan cosas que de día podrían ser mal vistas. Vas con un cigarro y ella con una minifalda. Van tranquilos, rientes, rumbo al paraíso de lo clandestino. Dispuestos a agotar el misterio de las sombras.

La luna no alumbra como el sol porque sabe que la luz excesiva fastidia. Ella te da tiempo para inspirarte y te envuelve entre sus penumbras. Y ver a tu víctima rendida por lo de anoche, mientras respiras un fresco viento antes de que los gallos canten, es una catarsis inefable. Una purificación que todo hijo de la noche necesita. Por cierto, hasta esto escribí de noche, entre otras razones, porque había neblina. Y ella, mi amante furtiva, estaba resfriada. (Rogger Avendaño Cárdenas, el cazador).